lunes, 20 de diciembre de 2010

Guerra y amor



-Vamos Jasper, te estas pareciendo a una dama

-Pues yo me veo mejor en traje Eli

-Sabes a lo que me refiero, los invitados se están impacientando

-Un minuto

Hoy era mi gran día, hoy cumplía 16 años de edad y cada vez me acercaba mas a ser considerado un verdadero hombre, al menos ante la sociedad, no sabia si mi madre me consideraría uno cuando cumpliera mi mayoría de edad, si, desde aquel cumpleaños de mi madre ella no me dirige la palabra, una seña, ni siquiera una mirada, y por mas que tratara de aparentar en mi rostro se notaba cuanto dolía aquel gesto de su parte.

-Jasper Whitlock, no me obligue a derribar la puerta

-¿Lo harías?

-Tengo mis métodos, ¿recuerdas?- en eso tenia razón, era muy hábil para lo que se proponía

-Esta bien, esta bien, ya voy, tranquilízate

-Lo dices por que no eres tu el que se va a quedar sin mejillas- me reí, había hecho una fiesta familiar para mi, incluyendo a las tías adorables que aun te tratan como bebe.

-¡Listo!- dije audiblemente

-Aleluya

-Ja, ja- abrí la puerta de mi habitación

-Wow- dijo en cuanto me vio

-¿Qué paso? ¿Jamás habías visto un traje de etiqueta?

-Si… pero jama te había visto A TI en un traje de etiqueta- ambos reímos

-Vamos abajo antes de que se desesperen y suban- asintió animado. Algo en su rostro me inquietaba, pero no algo malo, si no como si me ocultara algo.

Comenzamos a bajar las escaleras, y a la primera persona que vi fue a mama, ¿Qué hacia fuera de su alcoba? O mejor dicho ¿Qué hacia en MI fiesta de cumpleaños? No era que me molestara, todo lo contrario, pero, no se suponía que estaba resentida conmigo. Tanto me entretuve en aquellos pensamientos que no me di cuenta que me había detenido a mitad de camino y mi hermano jalaba mi saco para que siguiera avanzando. Volví en mí y camine a la estancia, seguido por mi hermano y mi madre.

Hacia ya mucho tiempo que no la había visto que me quede impresionado de su aspecto. Se veía radiante, su vestido era de un color vino le llegaba hasta el piso, sus hermosos ojos azules resaltaban entre la multitud, sus mejillas estaban levemente sonrojadas, su cabello estaba suelto con sus dorados rizos acomodados tras una aureola del mismo color que su vestido. Era como verla por primera vez, mi madre era la más hermosa del lugar.

Según decían algunos, aunque yo solo tuviera 16 años, ya era un hombre ante la vista de todos, y al parecer, era lo que todos festejaban. Todos los invitados pasaron al salón e inicio la música. Varias de las señoritas ahí presentes trataron de llamar mi atención sin éxito, pero como caballero que soy, les concedí una pieza.

Durante toda la fiesta, Eliseo mantenía su sonrisa, como esperando algo, y yo seguía sin comprender que. Dieron las 10 y la gente comenzaba a irse. Me dirigía a despedirme para retirarme a mi habitación, cuando mi hermano me detuvo.

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